«La civilización es esterilización», ironiza uno de los personajes inadaptados al mundo feliz de Aldous Huxley, murmurando sotto voce la segunda lección hipnopédica de higiene mental y sociabilidad (método de educación y condicionamiento freudiano impartido bajo los efectos de la hipnosis), al observar a dos madres salvajes de Malpaís amamantando a sus retoños. Con esta inquietante representación de la genial novela del escritor británico, nos alerta Jesús Trillo sobre el objetivo último del feminismo radical. Ideologíaque ilumina al Presidente «rojo, utópico y feminista» del Gobierno de España que aspira a acabar con la maternidad como último escalón de la revolución feminista.
Sin duda, y así lo evidencia Jesús Trillo en su lúcido análisis del pensamiento de la izquierda radical en el Gobierno, la ideología dominante en el partido socialista es el feminismo radical desde que Almunia implantara la paridad en su cargos directivos. El lobby feminista se ha convertido desde entonces en el grupo de presión más influyente en el seno del PSOE, bajo la batuta de Micaela Navarro, de la Vega o Carlota Bustelo, impulsando leyes comola del matrimonio homosexual -gran victoria de las feministas a decir del propio Zerolo- o la Ley de violencia de género. Lejos queda ya la tenaz oposición de la socialista Margarita Nelken a la extensión del sufragio universal a las mujeres en el año 1931 por considerarlas un elemento reaccionario de la sociedad.
En la agenda política actual se encuentran las leyes de paridad en las listas electorales, paridad en el seno de los Consejos de administración de las empresas, igualdad en el reparto de tareas domésticas e incluso la prohibición de dedicarse exclusivamente a las tareas del hogar, la plena disponibilidad del cuerpo para abortar, o la criminalización de lo que llaman homofobia (o sea, de quien piense de modo distinto a la nueva ola de contracultura). En su delirante concepción utilitaria del mundo la gestación es para ellos una imposición de la sociedad patriarcal capitalista. Han sustituido así la lucha de clases por la lucha de sexos. Y para ello utilizan el lenguaje creativo de Derrida, con el fin de deconstruir las estructuras sociales (la familia, la maternidad, la propia sexualidad), e igualar a los miembros de la sociedad. Noexisten ya las diferencias de sexo sino de género. Mientras que la utopía marxista culmina con la sociedad sin clases, el feminismo radical aspira a una sociedad sin sexos, en la que sólo subsistan los géneros. Para Simone de Beauvoir la mujer no nace, se hace. La diferencia de sexos es una cuestión cultural, por lo que su auténtica emancipación e igualación se alcanzará mediante una transformación revolucionaria socialista que erradique el concepto tradicional de feminidad sustentado sobre la maternidad. Como contrapunto Jesús Trillo nos propone un neofeminismo que ensalce las virtudes y valores de la mujer y permita su plena participación social con las características diferenciales de su identidad femenina.
Laboriosa y documentadísima vivisección la que realiza este Abogado del Estado y patrono de la FAES en las entrañas de la ideología radical del neosocialismo. Con destreza forense podríamos casi tachar su labor de necrófila si no fuera porque Zapatero ha resucitado de entre los cascotes del marxismo una renovada visión del Estado Mundial de Huxley, sintetizada en la divisa fordiana «Comunidad, identidad, estabilidad». Esa identidad a la que alude el pensador polaco Zygmunt Bauman, se autorrealiza plenamente en una sociedad autónoma en la que los individuos autónomos disponen voluntariamente de su vida. En el ámbito social esa autonomía moral del hombre se manifiesta a través de la plena disposición del Estado sobre la vida y la muerte de sus miembros. No en vano, el artículo 20 del Estatuto catalán sienta las bases de la eutanasia.No cabe duda que la vejez es perjudicial para el Estado del Bienestar. El socialismo necesita hombres sanos y socialmente útiles. Huye como el protagonista de Houellebecq en La posibilidad de una isla de las servidumbres de la edad. La vida no vale nada; el hombre está inmerso en el eterno retorno nietzscheano, suspendido en la nada y consagrado a la muerte. Dios ha muerto. El superhombre nace de sus cenizas cual ave fénix.
El pragmatismo político de Felipe González y su pretendido individualismo de izquierdas abogaba por una «Europa de progreso», que se declaraba heredera de la Ilustración y tutelada por el Estado del Bienestar que a la postre acabaría quebrando bajo el peso del déficit y la burocratización de la sociedad. Ese proyecto hegemónico de izquierdas se ha visto superado por una nueva ideología orgánica surgida del XXXV Congreso del PSOE, en el año 2000, sustentada por movimientos feministas radicales, ecologistas, pacifistas, antiglobalización, etc., y que ambiciona crear un nuevo orden mundial. No optó el socialismo español por la tercera vía de Anthony Giddens, que tan buenos resultados leha dado a Tony Blair, y que postula la socialdemocracia modernizada y el reformismo, sino por un proyecto distinto, rupturista y radical. Todo ello bajo los falsos oropeles de un republicanismo, inspirado por la izquierda americana de Pettit o Barber, que somete al ágora pública la esfera de lo privado y ensalza los valores de la democracia deliberativa. Dialogar, dialogar, dialogar,... no importa sobre qué, no importa con qué fin, no importa con quién.
La Gestalt, o metodología de este nuevo neomarxismo, extrae sus ideales, según Félix Ovejero, portavoz del socialismo después del socialismo, en la igualdad radical -toda desigualdad no elegida libremente debe ser corregida por el Estado, incluidos los talentos naturales, el sexo, etc.-; la fraternidad o comunidad universal que permita el control de la producción y de las ganancias por los trabajadores; el autogobierno o ausencia de dominación y la autorrealización o búsqueda de la felicidad universal la no alienación marxista-.
La raíz de tal proyecto es en términos de Jesús Trillo: el «nihilismo constructivista». En este sentido se niega la posibilidad de conocer la verdad y la mera existencia del bien o el mal. Por boca de Zaratustra: Nada es verdad, todo está permitido. Este es el nihilismo al que según Nietzsche está abocado Europa. Será sobre ese vacío, sobre la nada, que surge el poder creativo, sustituyendo los viejos valores por los nuevos valores de la contracultura hedonista. El nuevo constructivismo no se asienta sobre realidad alguna, sino sobre la voluntad del poder. Los derechos fundamentales no son inherentes al hombre sino que nacen del consenso político. El Derecho Natural, en la concepción escolástica o romana, puede resultar igualmente constructivista y fruto del marco común, al que tantas veces nos hemos referido aquí, pero que duda cabe que la naturaleza de las cosas es una certeza aprehensible. La ley no debe por tanto ser ajena a la realidad natural o social, esta forma o metodología es sin duda propia de los totalitarismos y augura la muerte del hombre.
H.G. Wells reconocía cuatro estadios entre la fe y la incredulidad, el de los que creen en Dios; el de aquellos que dudan, los agnósticos; el de los que niegan, los ateos, que al menos dejan vacante el lugar; y por último, el de aquellos que han instaurado una Iglesia en el puesto de Dios. Es en el altar de esta nueva Iglesia de la izquierda radical española que pretenden sacrificarse los valores propios de las sociedades abiertas y democráticas para construir un mundo utópico, irreal, en el que todos vivan felices con el papel que el Estado le designe, narcotizados bajo los efectos del soma o de la nueva hipnopedia mediática y educativa de la benevolencia universal. Como nos sugiere Huxley en su profética novela: Ahora tenemos el estado mundial. Y las fiestas del día de Ford y los cantos de la comunidad, y los servicios de solidaridad. Todo el mundo pertenece a todo el mundo. Aterrador, ¿verdad?
Sin duda, y así lo evidencia Jesús Trillo en su lúcido análisis del pensamiento de la izquierda radical en el Gobierno, la ideología dominante en el partido socialista es el feminismo radical desde que Almunia implantara la paridad en su cargos directivos. El lobby feminista se ha convertido desde entonces en el grupo de presión más influyente en el seno del PSOE, bajo la batuta de Micaela Navarro, de la Vega o Carlota Bustelo, impulsando leyes comola del matrimonio homosexual -gran victoria de las feministas a decir del propio Zerolo- o la Ley de violencia de género. Lejos queda ya la tenaz oposición de la socialista Margarita Nelken a la extensión del sufragio universal a las mujeres en el año 1931 por considerarlas un elemento reaccionario de la sociedad.
En la agenda política actual se encuentran las leyes de paridad en las listas electorales, paridad en el seno de los Consejos de administración de las empresas, igualdad en el reparto de tareas domésticas e incluso la prohibición de dedicarse exclusivamente a las tareas del hogar, la plena disponibilidad del cuerpo para abortar, o la criminalización de lo que llaman homofobia (o sea, de quien piense de modo distinto a la nueva ola de contracultura). En su delirante concepción utilitaria del mundo la gestación es para ellos una imposición de la sociedad patriarcal capitalista. Han sustituido así la lucha de clases por la lucha de sexos. Y para ello utilizan el lenguaje creativo de Derrida, con el fin de deconstruir las estructuras sociales (la familia, la maternidad, la propia sexualidad), e igualar a los miembros de la sociedad. Noexisten ya las diferencias de sexo sino de género. Mientras que la utopía marxista culmina con la sociedad sin clases, el feminismo radical aspira a una sociedad sin sexos, en la que sólo subsistan los géneros. Para Simone de Beauvoir la mujer no nace, se hace. La diferencia de sexos es una cuestión cultural, por lo que su auténtica emancipación e igualación se alcanzará mediante una transformación revolucionaria socialista que erradique el concepto tradicional de feminidad sustentado sobre la maternidad. Como contrapunto Jesús Trillo nos propone un neofeminismo que ensalce las virtudes y valores de la mujer y permita su plena participación social con las características diferenciales de su identidad femenina.
Laboriosa y documentadísima vivisección la que realiza este Abogado del Estado y patrono de la FAES en las entrañas de la ideología radical del neosocialismo. Con destreza forense podríamos casi tachar su labor de necrófila si no fuera porque Zapatero ha resucitado de entre los cascotes del marxismo una renovada visión del Estado Mundial de Huxley, sintetizada en la divisa fordiana «Comunidad, identidad, estabilidad». Esa identidad a la que alude el pensador polaco Zygmunt Bauman, se autorrealiza plenamente en una sociedad autónoma en la que los individuos autónomos disponen voluntariamente de su vida. En el ámbito social esa autonomía moral del hombre se manifiesta a través de la plena disposición del Estado sobre la vida y la muerte de sus miembros. No en vano, el artículo 20 del Estatuto catalán sienta las bases de la eutanasia.No cabe duda que la vejez es perjudicial para el Estado del Bienestar. El socialismo necesita hombres sanos y socialmente útiles. Huye como el protagonista de Houellebecq en La posibilidad de una isla de las servidumbres de la edad. La vida no vale nada; el hombre está inmerso en el eterno retorno nietzscheano, suspendido en la nada y consagrado a la muerte. Dios ha muerto. El superhombre nace de sus cenizas cual ave fénix.
El pragmatismo político de Felipe González y su pretendido individualismo de izquierdas abogaba por una «Europa de progreso», que se declaraba heredera de la Ilustración y tutelada por el Estado del Bienestar que a la postre acabaría quebrando bajo el peso del déficit y la burocratización de la sociedad. Ese proyecto hegemónico de izquierdas se ha visto superado por una nueva ideología orgánica surgida del XXXV Congreso del PSOE, en el año 2000, sustentada por movimientos feministas radicales, ecologistas, pacifistas, antiglobalización, etc., y que ambiciona crear un nuevo orden mundial. No optó el socialismo español por la tercera vía de Anthony Giddens, que tan buenos resultados leha dado a Tony Blair, y que postula la socialdemocracia modernizada y el reformismo, sino por un proyecto distinto, rupturista y radical. Todo ello bajo los falsos oropeles de un republicanismo, inspirado por la izquierda americana de Pettit o Barber, que somete al ágora pública la esfera de lo privado y ensalza los valores de la democracia deliberativa. Dialogar, dialogar, dialogar,... no importa sobre qué, no importa con qué fin, no importa con quién.
La Gestalt, o metodología de este nuevo neomarxismo, extrae sus ideales, según Félix Ovejero, portavoz del socialismo después del socialismo, en la igualdad radical -toda desigualdad no elegida libremente debe ser corregida por el Estado, incluidos los talentos naturales, el sexo, etc.-; la fraternidad o comunidad universal que permita el control de la producción y de las ganancias por los trabajadores; el autogobierno o ausencia de dominación y la autorrealización o búsqueda de la felicidad universal la no alienación marxista-.
La raíz de tal proyecto es en términos de Jesús Trillo: el «nihilismo constructivista». En este sentido se niega la posibilidad de conocer la verdad y la mera existencia del bien o el mal. Por boca de Zaratustra: Nada es verdad, todo está permitido. Este es el nihilismo al que según Nietzsche está abocado Europa. Será sobre ese vacío, sobre la nada, que surge el poder creativo, sustituyendo los viejos valores por los nuevos valores de la contracultura hedonista. El nuevo constructivismo no se asienta sobre realidad alguna, sino sobre la voluntad del poder. Los derechos fundamentales no son inherentes al hombre sino que nacen del consenso político. El Derecho Natural, en la concepción escolástica o romana, puede resultar igualmente constructivista y fruto del marco común, al que tantas veces nos hemos referido aquí, pero que duda cabe que la naturaleza de las cosas es una certeza aprehensible. La ley no debe por tanto ser ajena a la realidad natural o social, esta forma o metodología es sin duda propia de los totalitarismos y augura la muerte del hombre.
H.G. Wells reconocía cuatro estadios entre la fe y la incredulidad, el de los que creen en Dios; el de aquellos que dudan, los agnósticos; el de los que niegan, los ateos, que al menos dejan vacante el lugar; y por último, el de aquellos que han instaurado una Iglesia en el puesto de Dios. Es en el altar de esta nueva Iglesia de la izquierda radical española que pretenden sacrificarse los valores propios de las sociedades abiertas y democráticas para construir un mundo utópico, irreal, en el que todos vivan felices con el papel que el Estado le designe, narcotizados bajo los efectos del soma o de la nueva hipnopedia mediática y educativa de la benevolencia universal. Como nos sugiere Huxley en su profética novela: Ahora tenemos el estado mundial. Y las fiestas del día de Ford y los cantos de la comunidad, y los servicios de solidaridad. Todo el mundo pertenece a todo el mundo. Aterrador, ¿verdad?
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