martes, julio 31, 2007

Esta gran nación- Conversaciones con Jaime Mayor Oreja

Si vale la pena luchar para defender al País Vasco de las garras del nacionalismo es, precisamente, porque existe gente como él. Me refiero a Jaime Mayor Oreja, en cuyo rostro se dejan entrever las cualidades del buen vasco, que, cuando sale bueno, vale por dos. Cuando sale malo, ya sabemos a quién se parece: a ese descendiente de Túbal que nos describió patéticamente Sabino Arana y que hoy se dedica a pegar tiros en la nuca y poner bombas-lapa.

Firmeza, valor, determinación, afabilidad, sencillez, transparencia, franqueza, bondad y honradez. Todo esto representa, para millones de ciudadanos, Jaime Mayor.

Todos los españoles hemos sufrido la lacra del terrorismo directa o indirectamente, aunque sean los vascos quienes sufran a diario: cada vez que llevan a sus hijos a la escuela o se acercan al supermercado; la guadaña implacable de los asesinos y la mirada cómplice de los cobardes no perdonan la hombría. Jaime Mayor ha tenido que ver cómo muchos de sus compañeros de la UCD morían en los años ochenta a manos de los del terrorismo nacionalista vasco. A pesar de todo lo que ha sufrido, su biografía no le ha cambiado el carácter. Bien al contrario, sólo ha servido para ennoblecer más si cabe su figura y reforzar sus profundas creencias religiosas y los valores que vertebran la sociedad española.

De terrorismo muchos dicen saber. Simplifican así sus objetivos y soluciones con la irreverente desfachatez del que ve los toros desde la barrera o del que cree simplemente que el tema no va con él. Que si Irlanda del Norte; que si Franco; que si el españolismo; que si la España Federal… no comprenden o no quieren comprender la verdadera naturaleza totalitaria de los terroristas. Lo que de verdad está en juego es lo que Mayor Oreja, incluso a fuer de predicar sólo en el desierto, tantas veces ha tratado de avisar. Lo que está en juego es la libertad de los vascos y de los españoles. Nuestra libertad.

Esta es la síntesis del diálogo abierto y sincero que conduce César Alonso de los Ríos en su opúsculo “Esta gran nación”: España y la Unión Europea son los dos únicos proyectos sólidos que pueden conducir a la paz en el País Vasco. O, cuando menos, a una paz duradera en la que los ciudadanos no sean meros rehenes del nacionalismo. Por el contrario, en ese juego sinsentido hacia la autodestrucción, diversos agentes convergen en una única meta: la independencia.

ETA lo hace con la esperanza de alcanzar el poder algún día, el PNV con la manifiesta voluntad de mantener el poder en el presente.

El Movimiento de Liberación Nacional Vasco, nombre que el ex Presidente del Gobierno Aznar usó cuando ETA declaró el comienzo de la tregua-trampa de 1998, es el paraguas que acoge a una gran familia que se ha repartido los distintos papeles para alcanzar una meta común. “Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas”; esta frase es del propio Arzalluz y resume lo que llevan haciendo tantos años ETA, HB y el PNV, con la complicidad del clero vasco y otros movimientos sociales que se engloban bajo la Alternativa KAS.

La tregua-trampa, como la definió el entonces Ministro del Interior, Jaime Mayor, fue pactada entre una ETA y un PNV asustados por aquél movimiento cívico espontáneo conocido como “Espíritu de Ermua” que se originó a raíz del secuestro y asesinato a cámara lenta del joven edil del Partido Popular Miguel Ángel Blanco, y con el objetivo de recuperar el aliento contra la firmeza del Gobierno de Aznar, que con la ley en la mano estaba ganando la partida al terrorismo, demostrando así, en contra de lo que se venía repitiendo desde la Transición por todos aquellos que sólo creen en una salida negociada, que a ETA se la puede derrotar simplemente haciendo uso de la fortaleza del Estado de Derecho.

Desde el cobarde asesinato de Miguel Ángel o desde la firma del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que unió a los dos grandes partidos en su decisión de acabar ETA sin diálogo ni concesiones políticas, pasando por la Ley de Partidos cuya consecuencia fue la ilegalización de HB y la derrota casi definitiva de ETA, han cambiado mucho las cosas.

A la estrategia del “todos contra el PP”, patrocinada en un principio por la Alternativa KAS entre cuyos objetivos para conseguir la anhelada autodeterminación se encontraba cambiar al gobierno del Partido Popular, se ha sumó, vía “Pacto del Tinell”, el PSOE de Rodríguez Zapatero que, por lo ahora conocido, estando vigente de hecho y de derecho el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo y a espaldas del PP y de todos los españoles, ya andaba en conversaciones con Batasuna/ETA.

Así el PSOE, al tiempo que decía apoyar al Gobierno legítimo de España ya negociaba con la banda terrorista el mal llamado y siempre entrecomillado “proceso de paz”. Proceso que como hemos tenido ocasión de comprobar sólo se ha traducido en un chantaje continuo al Estado español y en un desprestigio difícilmente remediable de las instituciones. Chantaje que ha quedado inmortalizado para siempre con las medidas de gracia otorgadas por el Gobierno al asesino múltiple De Juana Chaos, así como con la vuelta de ANV (HB-ETA) a las instituciones de la mano del Fiscal General del Estado.

Por ello, ahora se hace más necesario que nunca, como pidió Mariano Rajoy en el “debate sobre el estado de la Nación”, que el Gobierno de Zapatero se quite la careta y enseñe las actas de la negociación para que todos sepamos si España y la democracia están realmente en peligro o sólo son fabulaciones de una oposición, que como dicen algunos, no se ha recuperado de la derrota electoral del 14 de marzo. Solo así todos podremos decidir libremente si nos merecemos un gobierno que nos mienta o no.

Sin duda, la solución al terrorismo no se improvisa en tres tardes de estudio, por muy implicado en la solución que esté el profesor. El final del terrorismo sólo puede venir de la mano firme de un gobierno sin deudas políticas con la “izquierda abertzale” y escuchando atentamente la palabra de los buenos vascos: ellos no se equivocan porque han visto la muerte y la estrategia del terror muy de cerca.