Naguib Mahfuz es uno de los escritores árabes más leídos en el mundo. Su prolífica obra ha sido merecedora del Premio Nóbel de Literatura en 1998. A lo largo de su intensa trayectoria, truncada por la muerte el pasado 30 de agosto, ensayó diversos estilos literarios, destacando su original técnica narrativa a través de múltiples personajes. Con esta técnica nos describirá el Cairo con todos sus matices, con toda su diversidad de colores, conformando un retablo poliforme de la ciudad.
Cronista de su natal Egipto, aborda en la presente obra la vida de Akhenatón por medio de la técnica periodística de la entrevista a diversos personajes contemporáneos del Faraón, tarea que emprenderá el joven Miri-Mon fascinado por los misterios que encierran los muros de Akhetatón, la ciudad del Hereje, y decidido a buscar la verdad entre sus ruinas.
Durante los 17 años de reinado de Amenofis IV (más tarde Akhenatón), hacia el 1350 a.C en el Imperio Nuevo, Egipto va a vivir una de las aventuras más extrañas y controvertidas de su historia. Hijo de Amenofis III y de Tiy, madre que ejercerá una gran influencia sobre él, desde temprana edad manifestará unas extrañas inclinaciones y una fuerza interior que le llevará a enfrentarse con los dioses y tradiciones egipcias.
En esta aventura espiritual le acompañará su esposa Nefertiti, «la bella-ha-venido», que formó con él una auténtica pareja solar, símbolo del dios Atón, al que rindió culto despechando al resto de dioses egipcios. Nefertiti es la última entrevista de Miri-Mon, reliquia viva de un sueño frustrado y condenada a la soledad de sus escombros, causando en él una desconcertante impresión, mezcla de amor y admiración.
La preocupación de los sacerdotes de Amón - Amón-Ra pasó a ser en el Imperio Nuevo la deidad principal del mundo egipcio-, alarmados por las ideas heréticas del joven príncipe, se agudiza con el tiempo llegando incluso a proponer que fuera apartado del trono en su condición de heredero. Su madre sin embargo evitará las conjuras y propiciará el matrimonio del príncipe con Nefertiti, asimismo comprometida con el «atonismo», bien subyugada por la personalidad del príncipe bien por el poder imperial.
Alcanzado el trono, Amenofis IV decidió marcharse de Tebas, entonces la capital del Imperio, con su séquito de leales, para construir la nueva ciudad del sol Akhetatón, «el horizonte de Atón», la actual Tell el Amarna, que juró no abandonar jamás. Allí adoptará el nombre de Akhenatón, que significa «espíritu eficaz de Atón», en honor a su divinidad representada por el disco solar. Prohibirá el culto a las demás deidades mandando destruir sus templos. Monoteísta convencido, predicó su religión de paz y amor por los cuatro rincones de Egipto.
Esta gran revolución espiritual acometida por Akhenatón se lleva a cabo en apenas unos años y sin grandes convulsiones, ya que muchos se pliegan al poder real, renunciando a tradiciones milenarias para conservar su puesto en el nuevo Estado. En el relato de Naguib Mahfuz entrevemos esas pequeñas miserias que anidan en el corazón del hombre y que alimentan la traición, la hipocresía y la envidia.
No obstante, un grupo liderado por el sacerdote de Amón se opondrá con toda su influencia y astucia a la herejía cometida por el nuevo faraón, intentando incluso el asesinato. Algunos han visto en el proyecto de Akhenatón no ya una sincera transformación religiosa sino una maniobra política para deshacerse de la enorme ascendencia de los sacerdotes y reforzar su autoridad. En todo caso, la novela se desarrolla en un clima de guerra civil larvada.
El físico y la personalidad andróginos del servidor de Atón suscitan todavía hoy grandes dudas sobre la enfermedad del rey. Algunos se han atrevido a diagnosticarla como el «síndrome de Fröhlich», una enfermedad sexual grave, quizá por el aspecto que muestran los colosos de Karnak, como nos recuerda el masón Christian Jack en su obra “El Egipto de los Grandes Faraones”.
Enfermedad, locura, debilidad, utopía, ambición, herejía; de lo que no cabe duda es que este revolucionario idealista acaba sucumbiendo ante la realidad. Su amor universal y denodado pacifismo le encerraron en una burbuja que explotó cuanto más acuciante se hacía la presión de sus enemigos exteriores e interiores. Su política exterior de gestos dadivosos chocó con la codicia de sus enemigos, principalmente los hititas, y la deserción de sus aliados que veían en el faraón a un rey demente que no podía protegerles. Los primeros faraones de la XVIII dinastía, acosados por los pueblos asiáticos ávidos de conquistas, habían comprendido que el pacifismo conducía a Egipto a la decadencia. Con Akhenatón termina el periodo de esplendor y se resquebraja el imperio egipcio. Al final conseguirá cumplir su promesa y jamás se marchó de «el horizonte de Atón», donde murió en extrañas circunstancias tras abandonarle allí a su suerte todos sus “leales” servidores, salvo Nefertiti que quedó confinada en su palacio con unos cuantos guardias según relata Naguib Mahfuz, aunque al parecer su muerte fue anterior.
Sin duda, en este maravilloso relato del gran escritor egipcio percibimos las dos eternas pulsiones humanas que colisionan en el plano espiritual; la de las personas que asumen la realidad, con su descarnada crudeza, y los que prefieren soñar despiertos tratando de moldear un mundo idílico de amor y de paz que al final acaba desmoronándose ante el peso de la verdad. A pesar de que Mahfuz, como escritor de izquierdas, parece inclinarse por esta visión mesiánica de la vida, su excepcional técnica narrativa nos permite entrever las claves de un rey iluminado por una falsa profecía. ¿No les recuerda todo esto a alguien?
Cronista de su natal Egipto, aborda en la presente obra la vida de Akhenatón por medio de la técnica periodística de la entrevista a diversos personajes contemporáneos del Faraón, tarea que emprenderá el joven Miri-Mon fascinado por los misterios que encierran los muros de Akhetatón, la ciudad del Hereje, y decidido a buscar la verdad entre sus ruinas.
Durante los 17 años de reinado de Amenofis IV (más tarde Akhenatón), hacia el 1350 a.C en el Imperio Nuevo, Egipto va a vivir una de las aventuras más extrañas y controvertidas de su historia. Hijo de Amenofis III y de Tiy, madre que ejercerá una gran influencia sobre él, desde temprana edad manifestará unas extrañas inclinaciones y una fuerza interior que le llevará a enfrentarse con los dioses y tradiciones egipcias.
En esta aventura espiritual le acompañará su esposa Nefertiti, «la bella-ha-venido», que formó con él una auténtica pareja solar, símbolo del dios Atón, al que rindió culto despechando al resto de dioses egipcios. Nefertiti es la última entrevista de Miri-Mon, reliquia viva de un sueño frustrado y condenada a la soledad de sus escombros, causando en él una desconcertante impresión, mezcla de amor y admiración.
La preocupación de los sacerdotes de Amón - Amón-Ra pasó a ser en el Imperio Nuevo la deidad principal del mundo egipcio-, alarmados por las ideas heréticas del joven príncipe, se agudiza con el tiempo llegando incluso a proponer que fuera apartado del trono en su condición de heredero. Su madre sin embargo evitará las conjuras y propiciará el matrimonio del príncipe con Nefertiti, asimismo comprometida con el «atonismo», bien subyugada por la personalidad del príncipe bien por el poder imperial.
Alcanzado el trono, Amenofis IV decidió marcharse de Tebas, entonces la capital del Imperio, con su séquito de leales, para construir la nueva ciudad del sol Akhetatón, «el horizonte de Atón», la actual Tell el Amarna, que juró no abandonar jamás. Allí adoptará el nombre de Akhenatón, que significa «espíritu eficaz de Atón», en honor a su divinidad representada por el disco solar. Prohibirá el culto a las demás deidades mandando destruir sus templos. Monoteísta convencido, predicó su religión de paz y amor por los cuatro rincones de Egipto.
Esta gran revolución espiritual acometida por Akhenatón se lleva a cabo en apenas unos años y sin grandes convulsiones, ya que muchos se pliegan al poder real, renunciando a tradiciones milenarias para conservar su puesto en el nuevo Estado. En el relato de Naguib Mahfuz entrevemos esas pequeñas miserias que anidan en el corazón del hombre y que alimentan la traición, la hipocresía y la envidia.
No obstante, un grupo liderado por el sacerdote de Amón se opondrá con toda su influencia y astucia a la herejía cometida por el nuevo faraón, intentando incluso el asesinato. Algunos han visto en el proyecto de Akhenatón no ya una sincera transformación religiosa sino una maniobra política para deshacerse de la enorme ascendencia de los sacerdotes y reforzar su autoridad. En todo caso, la novela se desarrolla en un clima de guerra civil larvada.
El físico y la personalidad andróginos del servidor de Atón suscitan todavía hoy grandes dudas sobre la enfermedad del rey. Algunos se han atrevido a diagnosticarla como el «síndrome de Fröhlich», una enfermedad sexual grave, quizá por el aspecto que muestran los colosos de Karnak, como nos recuerda el masón Christian Jack en su obra “El Egipto de los Grandes Faraones”.
Enfermedad, locura, debilidad, utopía, ambición, herejía; de lo que no cabe duda es que este revolucionario idealista acaba sucumbiendo ante la realidad. Su amor universal y denodado pacifismo le encerraron en una burbuja que explotó cuanto más acuciante se hacía la presión de sus enemigos exteriores e interiores. Su política exterior de gestos dadivosos chocó con la codicia de sus enemigos, principalmente los hititas, y la deserción de sus aliados que veían en el faraón a un rey demente que no podía protegerles. Los primeros faraones de la XVIII dinastía, acosados por los pueblos asiáticos ávidos de conquistas, habían comprendido que el pacifismo conducía a Egipto a la decadencia. Con Akhenatón termina el periodo de esplendor y se resquebraja el imperio egipcio. Al final conseguirá cumplir su promesa y jamás se marchó de «el horizonte de Atón», donde murió en extrañas circunstancias tras abandonarle allí a su suerte todos sus “leales” servidores, salvo Nefertiti que quedó confinada en su palacio con unos cuantos guardias según relata Naguib Mahfuz, aunque al parecer su muerte fue anterior.
Sin duda, en este maravilloso relato del gran escritor egipcio percibimos las dos eternas pulsiones humanas que colisionan en el plano espiritual; la de las personas que asumen la realidad, con su descarnada crudeza, y los que prefieren soñar despiertos tratando de moldear un mundo idílico de amor y de paz que al final acaba desmoronándose ante el peso de la verdad. A pesar de que Mahfuz, como escritor de izquierdas, parece inclinarse por esta visión mesiánica de la vida, su excepcional técnica narrativa nos permite entrever las claves de un rey iluminado por una falsa profecía. ¿No les recuerda todo esto a alguien?
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